viernes, 5 de abril de 2013

Dejando a un lado la mística que rodea a Internet

Uno de los retos que he encontrado al hablar sobre Internet es precisamente el poco interés que hay en discutir el tema en profundidad; en ahondar aspectos técnicos y económicos. Ni hablar de los retos políticos y éticos que representa.

En un par de ocasiones me he encontrado explicando sobre los peligros y retos de la privacidad en redes sociales, y al mismo tiempo, algunos de los asistentes en la plática comparten simultáneamente alguna información en Facebook o Twitter sobre dónde están, con quiénes, sin pensar en las consecuencias potenciales de ese acto.

Esta falta de interés en conocer algunos de estos temas, ha dado a Internet atributos casi mágicos. La mayoría de nosotros no conocemos los procesos técnicos que implican postear una fotografía en Facebook. Claro que tampoco necesitamos saberlo; sabemos que se puede, que está ahí, alguien mantiene y mejora el sitio. Y esa capacidad es brindada por una empresa gratuitamente, y no nos detenemos a pensar qué gana esa empresa y sus socios, cómo es que ganan dinero y porqué hay inversionistas que apuestan por esas empresas. Cuál es la forma física de Google, por ejemplo, pocos la conocen.

Pensar en Internet como algo mágico que está ahí, y que ha revolucionado entre otras cosas el ámbito educativo, académico, ha abierto espacios de expresión entre instituciones y la sociedad (y viceversa), contribuye a invisibilizar aún más el factor económico de Internet y la Web, e inclina la balanza a discusiones orientadas más hacia la conectividad, por ejemplo, como único factor determinante para que no exista un mercado de comercio electrónico en el país.

En el caso particular de Nicaragua, esta invisibilidad ha facilitado que no se haya invertido recursos y disposición política en cuestiones importantes como aprobar leyes e implementar regulaciones necesarias para fomentar la inversión y desarrollo de actividades económicas en el sector, e incentivos para los usuarios, leyes que protejan sus datos y sus transacciones. No parece existir una presión social o empresarial en ese sentido, se percibe cierta comodidad con la situación actual.